En El club de los poetas
muertos, se ponen en cuestión todos los rituales tradicionales de las
aulas. Bandas, ritos, campos deportivos, sombreros al aire, becas de fin de
curso, orlas, actos académicos formales estilo norteamericano, van entrado en
una sociedad escolar o universitaria como la nuestra, en la que habíamos
eliminado los ritos de la escuela franquista. La ritualización en que se mueve
el mundo de la educación reproduce una continuidad entre una generación y otra.
Constituye uno de los canales mediante el cual se realiza la transmisión
cultural; puede ser enriquecedor en la medida en que cada acto ritual
introduzca características novedosas, de lo contrario los rituales son formas
estereotipadas, mecánicas, desvitalizadas y empobrecedoras con relación a los
miembros que participan de dicho ritual. Nuestra sociedad está plagada
igualmente de conductas cliché.
Estamos plagados de estereotipos rituales. El ritual de la primera clase,
el ritual de la clase magistral, el ritual del trabajo práctico, el viaje de
estudios, el programa en cuanto a qué debe aprenderse primero y qué debe
aprenderse después, los exámenes, el ritual de los trabajos monográficos, las
tesis de doctorado, son algunos ejemplos de las múltiples formas que asume la
enseñanza ritual. Podríamos hacer la crítica responsable en sus dos fases:
socialización humanizante y socialización alienante. Lamentablemente, por lo
general se instituyen como formas vacías de relación entre profesores y
alumnos, de allí el carácter estereotipado que tiene la enseñanza.
En El club de los poetas
muertos el profesor ayuda a los alumnos a descubrir sus propios
caminos, rompiendo con algunas pautas de la escuela tradicional. Es una de las
pocas películas en las que la relación entre profesores y alumnos se convierte
en una búsqueda común.
Enseñar a los alumnos a pensar y a ejercer la reflexión crítica es una meta
que frecuentemente mencionamos como inherente a la función docente. Sin embargo
muchas veces esto no pasa de ser una enunciación de buenos propósitos.
Repetidores en lugar de seres pensantes, receptores en lugar de evaluadores
es el producto lógico de las formas en las que enseñamos, que reflejan aquellas
según las cuales hemos aprendido. Por lo tanto cuando se habla de la necesidad
de esclarecer y tomar conciencia del modo en que nos insertamos en ese trama
represiva de relaciones se debe pensar en la posibilidad de ejercer la
creatividad como único antídoto contra la repetición.
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